11 de septiembre de 2023

Relatos del mundo Warcraft: Elkam Plenilunio

Creía que este relato lo había publicado aquí pero se ve que no. No recuerdo donde lo publiqué 😅

Elkam Plenilunio


Elkam se envolvió en su capa para protegerse del frio de la noche. Añoraba los cálidos bosques de Vallefresno, su tierra natal. El invierno se acercaba y las noches eran cada vez más gélidas.
Elkam era alto y ancho de espaldas como la mayoría de los guerreros de Darnasus. Portaba dos espadas a la espalda. Sus hojas eran largas, estrechas y muy afiladas. Ligeras de manejar, flexibles y a su vez extremadamente resistentes. Se las había comprado a un extraño vendedor ambulante tras mucho insistir y muchas cervezas. El comerciante  contó que esas “Katanas”, así  las  llamó el tipo, habían sido forjadas en tierras ignotas y eran piezas extraordinarias. Sin duda lo eran para el guerrero elfo.
  Cruzó el patio en dirección a la torre oeste. No hacía mucho que lo habían nombrado capitán de la guardia de aquel puesto fronterizo.
Al llegar a lo alto de la torre, el vigía allí apostado lo saludo con respeto.
- ¿Alguna novedad?- preguntó Elkam.
- No capitán, aunque parece que tendremos niebla esta anoche.
El capitán escrutó el horizonte y observó  como la bruma que se formaba parecía avanzar hacia ellos. Volvió a bajar y ordenó que cerraran las puertas.
La temperatura bajo de forma súbita. Finos copos de nieve empezaron a caer. Elkam los contempló con fastidio y maldijo para sí. Oyó a su espalda que alguien le llamaba, era Hykram, su hombre de apoyo y mejor amigo.
- He pensado que te vendría bien algo caliente- le ofreció un tazón de caldo humeante.
- Lo que realmente me sentaría bien es el calor de los muslos de Suna- Contestó con nostalgia.
-¡No hables así de mi hermana!- exclamó Hykram enfadado.

Elkam se echó a  reír; le divertían los celos de “hermano mayor” que le entraban a su amigo cada vez que hablaba de su relación con ella.
-No he dicho nada malo. Es la verdad- El guerrero no paraba de reír ante la cara de irritación de su amigo.
-¿No te había mandado a paseo? ¡Olvídate de ella!
Elkam dejó de reír y torció el gesto, se llevo la taza a los labios- Cambiará de parecer cuando vuelva a Darnasus.
Hykram abrió la boca para seguir con la reprimenda pero la cerró de pronto. Los dos amigos se miraron alarmados, ambos lo habían oído: el sonido inconfundible del silbar de una flecha, el impacto y el golpe sordo de un cuerpo al desplomarse.
De inmediato la campana de alarma de la torre oeste comenzó a sonar, segundos después otra flecha la hizo callar.
-¡Ve a la torre! ¡Corre!- Le ordenó Elkam mientras salía disparado a dar la voz de alarma.
Hykram subió los escalones como un rayo. Al llegar arriba vio a su compañero centinela muerto. Una flecha le había entrado por debajo de la mandíbula  atravesándole el cráneo. Se asomó con cautela y gracias a su aguda visión pudo distinguir a todo un batallón moviéndose torpemente entre la inusual niebla muy cerca de las puestas.
Algo se movió a su espalda, se giró rápidamente. Contempló horrorizado como el centinela se levantaba. Era imposible que alguien con semejante herida estuviera vivo. El soldado muerto sacó la espada de su cinto y lo atacó. Hykram lo esquivó por poco, la conmoción casi le tenía paralizado. El centinela volvió a la carga y esta vez casi logró  su objetivo alcanzándole en un brazo. Era difícil moverse en un espacio tan reducido. Hizo otra finta agarrando al soldado por el brazo empujándolo contra una de las vigas.  Sacó su daga y se la clavó en la espalda sin ningún resultado. ¡Qué idiota, no se puede matar lo que ya está muerto! Ese funesto pensamiento le bloqueaba. Oyó a Elkam en el patio gritando órdenes. El jaleo le sacó de su estupor justo a tiempo para aprovechar la inercia de su atacante y tirarle por la baranda abajo.
En la otra torre, el centinela también con una flecha mortal atravesándole la garganta, estaba en píe disparando contra sus compañeros del patio con puntería mortífera.
-¡Abatidle, maldita sea!- gritó el capitán Elkam a los desconcertados arqueros.
El centinela de la torre este, sin duda debía ser víctima de algún hechizo de control de masas, o al menos eso pensaron. Había abatido a los soldados apostados en la puerta norte del fuerte y a los compañeros que habían subido a detenerle.  Por más flechas que le clavaban este no parecía cejar en su empeño asesino.
Hykram llegó corriendo a la posición de su capitán. El tremendo sprint le había dejado sin aliento.
-Enemigo a las puertas- pudo decir mientras intentaba recuperar el resuello.
-¿Cuántos son? ¿A qué distancia?- le apremió Elkam.
-Elkam…..el centinela…..muertos…..se levantan- Hykram intentaba hablar entre jadeos.
Elkam lo miró sin comprender; de pronto un soldado gritó “¡Capitán, las puertas!” Dirigió la mirada hacia ellas y comprendió de inmediato lo que quería decir su amigo: Los soldados que hacia escasos momentos yacían muertos sobre la fina capa de nieve se habían levantado y comenzaban a abrir las puertas del fortín.
-¡Detenedles, deprisa!- Su reacción fue rápida, desenvainó sus dos katanas  y salió de su parapeto sin importarle que el centinela poseído siguiera lanzando flechas- ¡Quiero un grupo de arqueros en cada atalaya! Hykram, acaba con ese bastardo de la torre. ¡¡Defended las puertas!! ¡¡Moveos!!
Nada podía haber preparado a aquellos soldados de la Alianza para enfrentarse a semejante enemigo.
 Las puertas cedieron y dieron paso a un ejército de cadáveres andantes en diferentes grados de descomposición. Alguno no eran más que huesos unidos por jirones de carne seca. Su mera visión era perturbadora.
La primera carga fue brutal. Muchos defensores cayeron incapaces de reaccionar ante tan horrenda visión. A pesar del desconcierto inicial los soldados lucharon con fiereza frenando la incursión del enemigo en el patio.
-¡¡No vaciléis!! ¡¡Desmembradlos!!- Las katanas de Elkam cortaban los cuerpos putrefactos como si fueran mantequilla.  La única manera de pararlos era cercenar miembros.
A medida que luchaban el caos empezó a apoderarse de la vanguardia de defensores. Los soldados caídos se levantaban y combatían contra sus compañeros vivos. Un golpe devastador para las fuerzas defensoras. Por cada soldado de la Alianza que moría, el ejército profano ganaba un nuevo combatiente.
Un asaltante esqueleto se abatió sobre el capitán. Con una finta lo esquivó cortándole un brazo con una katana y con la otra le mutiló las piernas. Sin perder tiempo pisó el brazo del cuerpo desplomado que aún se agitaba furioso y de una patada se lo arrancó.
Sus hombres perdían terreno con mucha rapidez. Por más enemigos que derribaban no parecía hacer mella entre los atacantes.  No había más opción que resistir y ganar tiempo.
Buscó a Hykram entre los combatientes.  Lo llamó a gritos mientras corría hacia la torre de vuelo.  Los dos se encontraron a los pies de la torre y se refugiaron dentro.
-Quiero que cojas el vuelo y alertes al bastión - le apremió Elkam.
-¡No! ¡Yo me quedo contigo!-Hykram rectifico ante la hosca mirada de Elkam- Quiero decir…que puede hacerlo cualquier, yo soy más útil en combate y lo sabes. ¡Déjame luchar contigo!
No le faltaba razón y el guerrero elfo lo sabía. Hykram era más bajo y delgado que el resto pero lo suplía con creces con su tremenda agilidad y celeridad.  Era tan sigiloso y letal con sus dagas como una serpiente.
Elkam miró hacia fuera mientras Hykram seguía suplicándole que le dejara luchar a su lado. Volvió a sopesar la situación. Les estaban masacrando. El ataque inicial había dejado a sus hombres sin capacidad de reacción y la intensa lucha les estaba llevando al límite de sus fuerzas. Él mismo estaba exhausto y malherido. La hoja de sus espadas se habían roto aunque todavía conservaban el suficiente largo para ser mortales.
Pronto acabaría todo. 
- No es momento para cuestionar mis órdenes- su tono fue tajante-¡Vé!
"Si tu mueres yo muero contigo" Quiso decir Hykram,  quiso decirle tantas cosas que jamás se había atrevido a decirle...pero lo único que salió de su boca fue -Si capitán.
Hykram llegó a la plataforma de vuelo donde el hipogrifo graznaba y coceaba alterado por la contienda y los olores a sangre y muerte. Tardó un buen rato en calmar al animal y conseguir ponerle la silla, entonces reparó en que el fragor de la batalla había cesado. Le dio un vuelco el corazón y se asomó.
El combate se había de tenido. Solo quedaban en el patio el capitán y puñado soldados rodeados por la horda de cadáveres.
El comandante de las huestes se abrió paso seguido de otro individuo de igual aspecto; Un caballero vestido con una armadura negra adornada con calaveras y colmillos. Contempló al reducido grupo que no cedía en su empeño de defender el paso. Levantó un brazo en dirección al grupo y una mano invisible agarró a Elkam por el cuello y lo levantó en el aire. Los soldados se lanzaron a defender a su capitán pero no tenían la menor oportunidad. Fueron aniquilados.
El siniestro caballero se acercó con parsimonia mientras desenvainaba su acero. La espada brilló con los primeros rayos del sol haciendo que las runas inscritas en su hoja refulgieran con más intensidad. Y sin más miramiento atravesó con ella el pecho del elfo que seguía luchando por soltarse.
-Admirable- dijo el caballero de la muerte sin ningún rastro de emoción en su voz. Observó como Elkam exhalaba su último aliento en el suelo y su sangre teñía la nieve de rojo.- Llevad a este al bastión de Ébano. Lucha bien.

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