Un pequeño relato que forma parte de uno de mis muchos guiones de cómic que andan cogiendo polvo en los cajones.
Razid
En la arcaica mansión en el corazón de Káydhas capital, una
familia se reúne para acompañar a la abuela en los últimos días de su vida. La
anciana con las pocas fuerzas que le quedan pide hablar con el hombre que se
sienta junto a la chimenea vestido con una gruesa túnica que no deja ver su
rostro.
El hombre se acerca al lecho de la anciana y todos los demás
salen de la habitación. La anciana tiende su huesuda mano a éste.
- Padre...cuando yo muera...el demonio quedará libre... ¿Que
pasará entonces?
El hombre coge la enjuta mano de la anciana con la suya,
joven y fuerte.
- No lo sé...no lo sé.
-o-
En una cabaña en medio del bosque una familia hace su vida
cotidiana, mientras la madre prepara la cena, las niñas “juegan” en otra
habitación.
La mayor está concentrada haciendo los preparativos para lo
que será su primer intento de invocación siguiendo las instrucciones de un
viejo y raído libro.
-¿Y si estos demonios ya están cogidos? ¿Funcionará?-
pregunta la pequeña asomándose al libro.
- Pues no sé...- dice la mayor comenzando la invocación.
-¡Aparece ante mí Jezzelek!- dice mirando la lista de nombres
de seres demoníacos del libro. No ocurre nada.
-¡Acude a mí...Mazarak!- Vuelve a intentarlo varias veces
sin resultado.
-¿Vas a recitar todo el libro?- dice la pequeña aburrida al
cabo de un buen rato.
-¡Acude a mí poderoso...ummm...emmm...- sin mirar el libro,
se lo inventa- ...Razid!
Un tenue resplandor empieza a brotar del círculo cobrando intensidad,
la pequeña grita entusiasmada, a la mayor se le acelera el pulso. Tras un breve
destello el círculo se apaga quedando las dos decepcionadas.
Toc, toc, toc, llaman a la puerta.
- Id a abrid niñas, debe ser vuestro padre- dice la madre
desde la cocina.
Sin tiempo para recuperarse del fracaso la mayor corre a
abrir la puerta. Frente a ella en el umbral de la puerta hay una siniestra
figura envuelta en una túnica negra. Asustada vuelve a cerrar la puerta a toda
prisa.
-¿Qué pasa? ¿Qué son esas caras?- llega la madre al escuchar
el portazo.
-¡Es un brujo Kensai, es un brujo, he visto su montura!-
dice la pequeña encantada.
La madre vuelve a abrir la puerta. Un caballero elfo vestido
con elegantes ropajes y sonrisa amable espera junto a la puerta.
- Disculpe mi intromisión señora, no era mi intención
asustar a las niñas.- dice de forma educada.
-¿En que puedo ayudarle señor?- pregunta la madre.
-Me encuentro de paso por estas tierras y me he
desorientado, la noche se presenta fría y me preguntaba si podría ofrecerme
cobijo, le pagaré bien.- dice el elfo.
-Mi marido está de caza y no tardará en volver pero no creo
que ponga objeción en acoger a un viajero, pase y caliéntese junto a fuego
señor... - dice la madre invitándole a entrar.
-RunaPlata a su servicio señora- responde el elfo con una cortés
inclinación de cabeza.
-¿Es usted nigromante señor? – pregunta la mayor tímidamente
mientras se ofrece guardarle la capa.
- ¡Sería estupendo tener un demonio para que proteja a mi
familia!- Entusiasmada, la pequeña agasaja al viajero.
-Me temo pequeña que eso no es tan simple- dice el elfo en
tono cordial- Para invocar a un demonio primero tienes que saber su nombre,
luego tendrás que llamarle, luchar contra él y vencerle, amenazar su vida hasta
obligarle a aceptar el pacto demoníaco que le convertirá en tu esbirro- Se
inclina hacia la pequeña en forma de complicidad - pero si no estás segura de
vencer déjale marchar antes de que empiece el combate y podrás salvar la vida, aunque
...- Se encoge de hombros - no siempre es una garantía. Los demonios odian a
los brujos.
Sentados todos a la mesa para la cena, la madre está inquieta
porque el padre aún no ha vuelto. Las niñas siguen su animada conversación
sobre demonología con el forastero, la mayor le cuenta su aprendizaje autodidacta y le pide consejo respecto a su
fracasada invocación.
-Entonces...- El nigromante clava su mirada a la muchacha
helándole la sangre- ...eres tú quien me ha llamado.
– Lo primero que te dicen en la escuela es que jamás llames
a un demonio al que no puedas vencer. –Dice el elfo bajando el tono de voz. Su
penetrante mirada deja paralizada a la muchacha y una sensación de pánico
recorre el cuerpo de esta.
La madre está ocupada dándole de comer a la pequeña y
demasiado preocupada por la tardanza de su marido como para prestar atención a
la conversación de ambos.
-¿Y usted a vencido a muchos demonios señor Runaplata?-
pregunta la pequeña despreocupada.
- ¡Oh si, ha muchos!-dice el elfo recuperando su habitual
tono cordial- Y ahora, si me disculpan, creo que será mejor que me marche.- Se
levanta de la mesa y recoge sus cosas para irse.
-¿Cómo? ¿No va ha quedarse?- dice la madre extrañada mientras
le acompaña a la puerta.
- No ha sido una acción acertada ¿No es así?- el elfo lanza
su pregunta al aire, nadie presta atención a la chica aún sentada a la mesa que
pálida y temblorosa susurra “puedes marcharte”
En el umbral de la puerta el viajero le da las gracias a la
mujer por la cena.
- Ha sido un placer señora y perdone las molestia que le he
causado- le entrega una bolsa con oro, cuando la madre levanta la mirada del
bolsón de dinero, el elfo ya no está, sale al camino a buscarlo y se tropieza con el marido que está de vuelta.
No hay ni rastro del forastero.
Fin