Aprendiz de brujo.
La oscuridad era
total. Lentamente recuperaba la consciencia. Era incapaz de moverse y abrir los ojos. Apenas le quedaban fuerzas
para lamentarse, lo único que podía sentir era el tremendo zumbido de su cabeza
y aquella sed atroz.
Sintió que
alguien le zarandeaba y le daba de beber algo amargo. Poco a poco un mundo en
espiral empezó a formarse a su alrededor, todo le daba vueltas. Intentó abrir
los ojos, solo pudo abrir uno. Lo primero que vio fue el rostro peludo de la
Tauren que lo sostenía entre sus brazos.
-¡¿Pero que has hecho Zeht?! – Pensó el elfo brujo alarmado - ¡Maldito festival de invierno! ¡Maldita cerveza Gobling!- Comenzó a quejase de forma casi agónica.
Un gruñido
infernal taladró su cerebro. El Abisario esbirro del joven brujo, oyendo los
lastimeros quejidos y creyendo a su amo en peligro se abalanzó sobre la tauren.
-Aaaahrg – Se
quejó el elfo llevándose las manos a la sien. Si no cesaba aquel bramido de
inmediato le estallaría la cabeza. Con un gesto rápido retiró a su esbirro antes de que atacara a la
Tauren.
El alarido del Abisario le había destrozado
las maltrechas neuronas que aún le quedaban. Hizo un esfuerzo por abrir los
ojos de nuevo, consiguió hacerlo lo suficiente como para ver que no se
encontraba en ninguna alcoba. ¡Uf, menos mal! ¡Aun llevaba la ropa puesta!
Incluso llevaba un tabardo de hermandad.
No recordaba pertenecer a ninguna logia.
Llevaba poco tiempo en Entrañas, ciudad a la que se había trasladado para
especializarse en las artes nigrománticas. No había dedicado tiempo a
procurarse una hermandad hasta el momento, al parecer.
El enorme
torbellino de su cabeza se iba calmando. El pelaje de la tauren era muy suave y
desprendía un agradable aroma dulzón. Se estaba bien entre aquellos enormes
brazos. Se relajó y empezó a divagar “igual…después de todo…no hubiera estado
mal… ¡¿Pero que dices Zeht?! ¡Menudo
pedo pillaste anoche!”
-¿Te sientes
mejor? – La grave voz de la Tauren interrumpió sus caóticos pensamientos
reavivando la dolorosa punzada.
-Ten piedad y
déjame morir aquí – dijo el joven elfo con un gesto de dolor.
-¡No digas
tonterías Sindorei! ¡Nadie se muere de resaca! ¡Bebe un poco más, venga!- le
acercó la pócima a los labios.
-¡Que asco! –
exclamó Zeht.
Si daba un trago más a aquel potingue
vomitaría, en caso de que le quedara algo en el estómago cosa que dudaba. La
mayoría de los alquimistas no perdían el tiempo encubriendo el mal sabor de sus
brebajes, aquella pócima estaba especialmente repugnante. Se incorporó. Pudo
ver que se encontraba en el gran patio exterior. La noche anterior había estado
de taberna en taberna celebrando el festival de invierno con sus compañeros de
estudios. Lo último que recordaba era haberse echado un mano a mano con un
Renegado. ¡Normal que acabase como acabó! Los no-muertos no se emborrachan.
¿Cómo van ha hacerlo? ¡Están muertos!
Mientras ponía
en orden sus ideas, la Tauren comenzó a preguntarle y a contarle que estaba
buscando a un pariente. Todo aquello le importaba un pimiento a Zeht pero la
buena educación recibida le impedía ser grosero, aunque ganas no le faltaban.
Le prometió que la ayudaría en su búsqueda y le habría prometido que se casaría
con ella con tal de que se callara. Aquella voz de soprano martilleaba su
maltrecho cerebro de forma dolorosa.
Después de que
la tauren le escribiera unos nombres y unas direcciones en un papel consiguió
que se marchara.
¡Por fin
silencio! Estaba deseoso de llegar a sus aposentos, darse un baño, un afeitado
y preparar el elixir de invención propia que usaba para ocasiones como esa.
Con gesto
distraído fue a guardarse el trozo de papel en un bolsillo de su elegante toga
de terciopelo negro. Ya estaba ocupado. Sacó de él un pergamino doblado y leyó:
“Contrato de reclutamiento - Hermandad
Legión oscura”. Suspiró profundamente.
- Espero no
haberme metido en un lío. – Pensó mientras se levantaba tambaleante.
Después de
varios intentos consiguió invocar a su montura.
- ¡Vaya facha!
¿Otra vez de fiesta, eh amo? Hiiijijijiji – relinchó riendo el corcel vil.
- No me des la
brasa – Zeht se agarró de sus crines y con mucho esfuerzo, pues cada movimiento
era una agonía, se montó en su grupa.
- ¡Y supongo que
ahora me toca llevarte de vuelta! – El corcel parecía entre molesto y divertido
de ver a su amo en tan lamentable estado.
- Los caballos
no hablan ¿sabes?
- ¡¡No soy un
vulgar equino!! – Relinchó el corcel indignado mientras se ponía en marcha -
¡Soy un Corcel Vil! ¡Un demonio! ¡Y los demonios hablamos! Otra cosa muy
diferente es que queramos dignarnos a dirigirles la palabra a los crueles amos
que nos han arrancado de nuestro mundo para convertirnos en sus esclavos y…
- ¡Oooooh, mi
cabeza! – gimió Zhet de forma lastimera.
- … obligándonos
con sus humillantes órdenes…- seguía relatando el corcel.
- ¿Insinúas que
te trato mal? – Le interrumpió el brujo.
- ¡Oh!
Discúlpeme mi joven amo por considerar el ser invocado un claro atentado a mi
libertad y mis derechos como individuo
que blablabla…
Y así continuó la porfía entre jinete y
montura mientras se adentraban en los oscuros túneles que conducían al corazón
de la vieja ciudad subterránea.
fin
...Y sí, lo confieso: soy una jugona del World of Warcraft.
2 comentarios:
Tranquila que ya le cogerás el truquillo a photoshop!!! Lo principal, el muchacho, te ha salido muy bien ^^
A este ya lo conocias :)
Publicar un comentario